miércoles, 15 de abril de 2009

LA INTELIGENCIA EMOCIONAL EN EL AULA 1º Parte

1. INTRODUCCIÓN
2. LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
3. HABILIDADES SOCIALES DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
4. ELEMENTOS DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
5. LA INTELIGENCIA EMOCIONAL Y LA EDUCACIÓN
6. EL MAESTRO Y EL DESARROLLO DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

INTRODUCCIÓN

El estudiante ha vuelto a ser el centro y motivación fundamental de nuestra preocupación como educadores; por tanto esta realidad nos legitima y obliga a una actitud más comprometida. Los especialistas de todo el mundo coinciden en que el aprendizaje se da no sólo en una dimensión intelectual, sino también en una emocional, afectiva y de relación, pues cuando la educación no incluye los sentimientos, no pasa de ser una simple instrucción.

Por tanto, hay que defender una educación emocional propulsora de la reflexión, la responsabilidad, la libertad, la creatividad, la solidaridad y la convivencia, y para eso debemos enseñar a los escolares a identificar, reconocer, y controlar sus emociones. En este sentido, la alfabetización emocional mejorará la capacidad de la escuela para enseñar y a su vez les brindará a los jóvenes un coeficiente emocional (C.E.) que les permitirá enfrentar una sociedad cada vez más competitiva y menos afectiva, con las consecuencias sociales de intolerancia, incomunicación y descalificación que afectan a las relaciones interpersonales y hacen cada día más difícil la
convivencia humana.

Dado que cada vez más jóvenes no reciben en la vida familiar un apoyo seguro para transitar por la vida, las escuelas pasan a ser el único lugar hacia donde pueden volverse las comunidades en busca de correctivos para las deficiencias de ellos en la aptitud social y emocional. Esto no significa que la escuela, por sí sola, pueda suplantar a todas las instituciones sociales que con frecuencia están al borde del colapso, o ya han caído en él.

Pero desde el momento en que prácticamente todos los jóvenes concurren a la escuela (al menos, al principio), ésta ofrece un ámbito donde se les puede brindar lecciones de vida que no podrían recibir en ninguna otra parte.

Es así que la implantación de un curso de inteligencia emocional parte de la convicción de que la escuela debe promover situaciones que posibiliten el desarrollo de la sensibilidad y el carácter de los alumnos. Por eso, cualquier acción de tipo educativo, tiene que contar con la influencia tanto de la familia como de la escuela, que son en los dos ámbitos en los que el alumno se halla ligado más estrechamente. Pues en el proceso educativo, los conocimientos no se trasladan de una máquina a otra, como ocurre en las redes de computación. Se traslada, como es obvio, de una persona a otra persona ya que cada persona es una entidad con un cuerpo y una mente propios, que producen operaciones intelectuales, pero también emocionales y afectivas. Y éstas contribuyen -o perjudican- a la adquisición de conocimientos; por tanto, si bien existe un enfoque psicológico también y definitivamente existe una importante implicancia pedagógica.

Finalmente, en la escuela al plantear enseñar a los alumnos a ser emocionalmente más inteligentes, se les estará dotando de estrategias y habilidades emocionales básicas que los protejan de los factores de riesgo o, al menos, que mermen y en el mejor de los casos eliminen sus efectos negativos.

LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

La inteligencia emocional es lo que antes se llamaba sabiduría, madurez, o instinto social, Son muchos los autores que la definieron, pero este concepto tiene un claro precursor en el concepto de Inteligencia Social de Thorndike
(1920, p. 228) quien la definió como "la habilidad para comprender y dirigir a los hombres y mujeres, muchachos y muchachas, y actuar sabiamente en las relaciones humanas". Más recientemente, Gardner (1983) en su obra "Frames of Mind", revoluciona el concepto de inteligencia a través de la teoría de Inteligencias Múltiples, introduce dos tipos de inteligencia muy relacionadas con la competencia social, y hasta cierto punto emocional, la Inteligencia Interpersonal y la Inteligencia Intrapersonal. Gardner define a ambas como sigue:

"La Inteligencia Interpersonal se construye a partir de una capacidad nuclear para sentir distinciones entre los demás: en particular, contrastes en sus estados de ánimo, temperamentos, motivaciones e intenciones. En formas más avanzadas, esta inteligencia permite a un adulto hábil leer las intenciones y deseos de los demás, aunque se hayan ocultado... "(Gardner, 1993: 40)

Y a la Inteligencia Intrapersonal como "el conocimiento de los aspectos internos de una persona: el acceso a la propia vida emocional, a la propia gama de sentimientos, la capacidad de efectuar discriminaciones entre las emociones y finalmente ponerlas un nombre y recurrir a ellas como un medio de interpretar y orientar la propia conducta..." (Gardner 1993: 42)

Ya en 1990, dos psicólogos norteamericanos, el Dr. Peter Salovey y el Dr. John Mayer, acuñaron el término cuya fama futura era difícil de imaginar. Ese término era ‘INTELIGENCIA EMOCIONAL’ entendida como "un tipo de inteligencia social que incluye la habilidad de supervisar y entender las emociones propias y las de los demás, discriminar entre ellas, y usar la información para guiar el pensamiento y las acciones de uno" (Mayer y Salovey, 1993: 433). Según ellos este concepto es la fusión de los conceptos de inteligencia Intrapersonal e interpersonal que proponía Gardner, dándole además un enfoque algo menos cognitivo.

En el 2001 José Antonio Alcázar toca el tema de la Inteligencia emocional llamándola Educación de la Afectividad afirmando lo siguiente:

“Es la inteligencia la que debe encauzar y utilizar la fuerza de los sentimientos. Una buena educación sentimental ha de ayudar, entre otras cosas, a aprender, en lo posible, a disfrutar haciendo el bien y sentir disgusto haciendo el mal.”

Hoy, a diecisiete años de esa ‘presentación en sociedad’, pocas personas de los ambientes culturales, académicos o empresariales ignoran el término o su significado. Y esto se debe, fundamentalmente, al trabajo de Daniel Goleman, investigador y periodista del New York Times, quien llevó el tema al centro de la atención en todo el mundo, a través de su obra ‘La Inteligencia Emocional’ (1995). Para Goleman es la capacidad de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los demás, él afirma “la inteligencia emocional es el talento básico para vivir feliz y triunfar”.

Según investigaciones recientes, los niños con una Inteligencia Emocional alta aprenden mejor, tienen menos problemas de conducta, se sienten mejor sobre sí mismos, tienen mayor facilidad de resistir las presiones de sus contemporáneos, son menos violentos y tienen más empatía, a la vez que resuelven mejor los conflictos.

Otra característica de los jóvenes emocionalmente inteligentes es que tienen menos probabilidades de recurrir a una conducta autodestructiva, (como drogas, alcohol, embarazo adolescente), tienen más amigos, gozan de mayor capacidad para controlar los impulsos y son más felices, saludables y exitosos.

En nuestra cultura no es habitual la educación en expresión verbal y no verbal de las emociones. Por eso es el momento de irles enseñando progresivamente a los jóvenes a poner nombre a sus emociones básicas y a captar los signos de expresión emocional de los demás, a interpretarlas correctamente, asociarlas con pensamientos que faciliten una actuación adecuada y a controlar emociones que conlleven consecuencias negativas.

Sin embargo, enseñar al joven a controlar sus emociones es diferente que reprimirlas. Esto se convertirá en una tarea mucho más fácil si la educación emocional comienza desde que el joven nace, si procuramos que su entorno familiar sea estimulante, proporcionándole a menudo expresiones de cariño y diciéndole todo aquello que hace bien.

HABILIDADES SOCIALES DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

Quienes poseen las habilidades sociales de manejar las relaciones con los demás, además de saber persuadir e influenciar son excelentes negociadores, por tanto estos individuos tienen una gran capacidad para liderar grupos y para dirigir cambios, y son capaces de trabajar colaborando en un equipo y creando sinergias grupales.

1.- El conocimiento de las propias emociones.
Es decir, el conocimiento de uno mismo, la capacidad de reconocer un mismo sentimiento en el mismo momento en que aparece, constituyendo la piedra angular de la IE.

2.- La capacidad para controlar las emociones.
La conciencia de uno mismo es una habilidad básica que nos permite controlar nuestros sentimientos y adecuarlos al momento, reconociendo y entendiendo en uno mismo las propias fortalezas, debilidades, estados de ánimo, emociones e impulsos, así como el efecto que éstos tienen sobre los demás y sobre uno mismo. Esta competencia se manifiesta en personas con habilidades para juzgarse a sí mismas de forma realista, que son conscientes de sus propias limitaciones y admiten con sinceridad sus errores, que son sensibles al aprendizaje y que poseen un alto grado de auto-confianza.

3.- La capacidad de motivarse a sí mismo.
El control de la vida emocional y su subordinación a una meta puede resultar esencial para mantener la atención, la motivación y la creatividad. Es decir, esta habilidad ayuda a aumentar la competencia no sólo social sino también la sensación de eficacia.

4.- El reconocimiento de las emociones ajenas.
A través de la empatía que es la habilidad para entender las necesidades, sentimientos y problemas de los demás, poniéndose en su lugar, y responder correctamente a sus reacciones emocionales. Las personas empáticas serán capaces de escuchar a los demás y entender sus problemas y motivaciones, logrando así popularidad y reconocimiento social, pues se anticiparán a las necesidades de los demás aprovechando las oportunidades que les ofrecen otras personas.

5.- El control de las relaciones.
Es una habilidad que presupone el relacionarnos adecuadamente con las
emociones ajenas.

ELEMENTOS DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

La inteligencia emocional es un conglomerado de cuatro factores esenciales los cuales están estrechamente entrelazados. Ellos son autoconciencia, control de las emociones, motivación y relaciones con una comunicación eficiente.

El reconocimiento de estos factores o elementos y la habilidad en su uso permite la construcción de un estilo de vida sensible, beneficioso y productivo en cada esfera de las relaciones de una persona y en cualquier grupo social.

1. Autoconciencia
La autoconciencia puede ser definida como la habilidad del hombre en interpretar los mecanismos físicos, mentales y emocionales que operan en la vida diaria dentro de él y de sus pares.
Los componentes de la autoconciencia son:
• Capacidad para asociar signos físicos con emociones.
• Detección de pensamiento negativo.
• Correcta evaluación de reacciones, habilidad para hacer una distinción clara entre ellas.
• Eficiencia en manejar y dirigir el pensamiento, sentimiento y conducta como un valor personal.

2. Control de las Emociones
Autorregulación o control de sí mismo es la habilidad de controlar nuestras propias emociones e impulsos para adecuarlos a un objetivo, de responsabilizarse de los propios actos, de pensar antes de actuar y de evitar los juicios prematuros. Las personas que poseen esta competencia son sinceras e íntegras, controlan el estrés y la ansiedad ante situaciones comprometidas y son flexibles ante los cambios o las nuevas ideas.
El control de las emociones comprende
• Habilidad para calmarse en tiempos de estrés, furia y aprensión.
• Habilidad para derivar ideas negativas y destructivas a canales más positivos.
. Detección de los estados de ánimo que nos afectan en cualquier momento.
• Identificación de cambios de humor
• Reconocimiento de situaciones que requieren defensa o ataque
• Comprensión del efecto de nuestro ánimo y conducta sobre otros

3. Motivación
Es la habilidad de estar en un estado de continua búsqueda y persistencia en la consecución de los objetivos, haciendo frente a los problemas y encontrando soluciones. Esta competencia se manifiesta en las personas que muestran un gran entusiasmo por su trabajo o tarea y por el logro de las metas por encima de la simple recompensa económica o académica traducida en notas altas, además de un alto grado de iniciativa y compromiso, y con gran capacidad optimista en la consecución de sus objetivos.

4. Relaciones y Comunicación
La transferencia de atención hacia otro, con amor, capacidad para comprender y escuchar, la inteligencia emocional se puede expresar durante nuestras relaciones con los otros, si tenemos lo siguiente:
• Habilidad para dar mensajes verbales o no verbales (pensamientos, sentimientos) eficiente, clara, y creíblemente.
• Disposición para entender e interpretar mensajes emocionales con empatía y fuerza.

Es así que las emociones juegan un papel muy importante en nuestros estudios y nuestro aprendizaje, en todas las etapas de la vida la escolar, la universitaria, la familiar. Por ejemplo, un atleta puede tener un determinado nivel de ansiedad que puede mejorar su performance. Pero si tiene mucha ansiedad, no alcanzará su máximo nivel. Un actor puede ser estimulado por la ansiedad, y así mejorar su actuación, pero si esa ansiedad se convierte en miedo, al salir al escenario saldrá desminuido. Lo mismo puede ocurrir ante un examen, o ante una presentación en público, o ante la elaboración un informe, etc. La inteligencia emocional es una forma de interactuar con el mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades ya mencionadas junto con el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental, etc.

Ellas configuran rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo, que resultan indispensables para una buena y creativa adaptación social.

LA INTELIGENCIA EMOCIONAL Y LA EDUCACIÓN

Cada época ha tenido sus propias instituciones educativas, adaptando los procesos educativos a las circunstancias. En la actualidad, esta adaptación supone cambios en los modelos educativos, cambios en los estudiantes y cambios en los escenarios donde ocurre el aprendizaje.

Aunque el énfasis de los cambios educativos, lógicamente, está puesto en el impacto que la tecnología está produciendo en nuestras vidas, una corriente paralela y complementaria de la anterior rescata la importancia y la urgencia de la educación de las emociones y los sentimientos, por eso la educación debe perseguir la armonización del razonamiento y los sentimientos, con el objeto de conseguir un desarrollo integral de los niños y jóvenes.

La experiencia muestra que para facilitar el aprendizaje y la creatividad, es fundamental el desarrollo de la vida intelectual tanto como de la emocional, porque no es suficiente contar con las máquinas más modernas y las mejores instalaciones, si faltan la motivación, el compromiso y el espíritu de cooperación. El desarrollo de la inteligencia está muy ligado a la educación de los sentimientos, porque cuando la educación no los incluye, no pasa de ser una simple instrucción. Por lo que, en el mundo de la ciencia, en el ámbito empresarial y en la educación con más razón se está empezando a tener en cuenta y a valorar, cada vez más, la denominada "INTELIGENCIA EMOCIONAL"

La inteligencia emocional parte de la convicción de que la escuela debería promover situaciones que posibiliten el desarrollo de la sensibilidad y el carácter de los alumnos, sobre la base de que en el quehacer educativo se involucre tanto el ser físico como el mental, el afectivo y el social, en un todo.

En los laboratorios de psicología experimental se ha comprobado, desde hace tiempo, el efecto positivo de las emociones, incluso en aspectos de rendimiento académico, como por ejemplo la consolidación de la memoria, un aumento de la motivación, la curiosidad, las ganas de aprender, una amplitud de la agudeza y profundidad de la percepción e intuición. Por el contrario un desarrollo emocional poco satisfactorio puede tener incidencias en aspectos del desarrollo intelectual como: Limitaciones en la memoria, dificultades en la percepción y en la atención, disminución de las asociaciones mentales.

Educar a los niños con inteligencia emocional significa ayudarles a navegar por el difícil mundo de las emociones no ahogándolas, sino dirigiéndolas y equilibrándolas.

EL MAESTRO Y EL DESARROLLO DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

El alumno pasa en las aulas gran parte de su infancia y adolescencia, periodos en los que se produce principalmente su desarrollo emocional , de forma que el entorno escolar se configura como un espacio privilegiado de socialización emocional y el profesor/tutor se convierte en su referente más importante en cuanto actitudes, comportamientos, emociones y sentimientos, por eso la profesión de educador y formador es una de las más importantes, pero, muchas veces, corre el peligro de provocar efectos contrarios a los deseados.

Los profesores que saben ponerse en el lugar de sus alumnos, y les salen al paso con respeto, contribuyen a que la jornada escolar esté menos marcada por la rabia, el miedo y la frustración. El ambiente, en general, es menos agresivo haciéndose el trato más humano. Por el contrario, los profesores que se enfrentan con regularidad a sus alumnos con desprecio, no deben sorprenderse de que sus discípulos pisoteen sin consideración alguna las emociones de sus compañeros más débiles; pues los niños aprenden a expresar sus emociones observando como lo hacen los adultos más cercanos y significativos (padres y educadores). Por tanto la competencia cognitiva afectiva de nosotros los profesores influirá en el crecimiento intelectual y emocional de nuestros alumnos. Por ejemplo, cuando el profesor posee un bajo concepto del alumno, éste lo intuye, y se sitúa en clara desventaja frente a la opinión del profesor, experto y dotado de reconocimiento oficial. Con el tiempo, el alumno acaba aceptando la opinión negativa del profesor y se comporta como un mal alumno. El problema se agrava si consideramos que, por una parte, el profesor no puede cambiar si no ve resultados positivos en el alumno, y por otra, que éste no va a mejorar si el profesor no le señala sus limitaciones y no le ayuda. Esta enfermedad educativa se expande: y los profesores que tienen un bajo concepto de sus alumnos, acaban despreciándolos, se distancian de ellos, y éstos a su vez pueden intentar cambiar de curso o nivel, pero con el tiempo, los profesores se sienten insatisfechos como educadores y, finalmente, sus juicios de valor peyorativos sobre los alumnos revierten en autovaloraciones negativas como docentes.

Es así que los profesores pueden y deben ser, en todo momento, fundamentalmente educadores, en el más amplio sentido de la palabra, no jueces ni miembros de un tribunal calificador. Su acción no tendría que limitarse a sancionar conductas inadecuadas o a evaluar fríamente los conocimientos del alumno, el diálogo profesor-alumno y alumno-profesor es esencial.

Entender al alumno como persona, que tiene una dimensión superior al de mero estudiante, es imprescindible para comprender sus problemas y poder ayudarlo a resolverlos.

Los profesores, con la enseñanza, evaluación y valoración de los resultados de los alumnos, somos también responsables del nivel de autoestima académica de nuestros alumnos. Si además, en algunos casos, realizamos interpretaciones negativas de sus intenciones y capacidades, podríamos llegar a obligar a que éstos se desprecien también a sí mismos.

Finalmente, los alumnos que tienen profesores inteligentes, desde el punto de vista emocional, disfrutan más asistiendo a la escuela, aprenden si pasar miedo alguno y van edificando una sana autoestima. Pero, sobre todo, la postura humana del profesor trasciende a ellos, pues los profesores son un modelo adulto a seguir por sus alumnos en tanto son la figura que posee el conocimiento, pero también la forma ideal de ver, razonar y reaccionar ante la vida. El profesor, sobre todo llega a asumir para el alumno el rol de padre/madre y será un modelo de inteligencia emocional insustituible. Junto con la enseñanza de conocimientos teóricos y valores, a los profesores nos corresponde otra faceta igual de importante que es la de moldear y ajustar en clase el perfil afectivo y emocional de nuestros.

Jéssyca Enríquez Gamarra
Licenciada en Educación
Perú

No hay comentarios: